12 may 2010

De vuelta a las aulas

Respondiendo a una necesidad personal, espiritual, vocacional, y por qué no, cerebral, me matriculé en un curso de “Redacción eficaz” en La Católica (PUCP). Sólo para descubrir que esta ávida lectora escribe tan bien como cualquier señor congresista. Qué mala pata. Ósea, ya puedo lanzar mi candidatura al Congreso, pegarme el número 13 en alguna parte non sancta de mi cuerpito afrolatinocaribeño (saravá!) y quizá hasta contratar a mi prima Natalie Portman para que me cante el tema de campaña (china, china, china, china, china!…repetir “n” veces), pero lo que no puedo hacer con esto es ponerme en frente de mi lap con mi cara pelada y sinvergüenza, sin sentirme frustrada un poquitín. Vieras cómo sufro cada vez que el Word me corrige. Una máquina escribe mejor que Yo. Pero bueno, nunca es tarde para aprender, digo Yo y ahí voy, dándole, dándole.

El primer día que entré a ese monstruo que es la PUCP tuve la sensación de ser una turista que pasea por Muy,Muy Lejano (el reino de Fiona y Shrek). Nadie me daba información, todos los vigilantes me chequearon el DNI (por ende, ya se saben mi edad), me preguntaron de todo y me mandaron a una ventanilla, previa colita, en donde tomaron nota de mi nombre (nueva mostrada de dni y chequeda de edad, seguro) y recién pude entrar…para perderme en el laberinto de edificios, cafeterías, parques y jardines. Yo que estudié en una universidad sin campus, cuya facultad se encuentra en pleno Centro de Lima y de donde entraba y salía como si nada, no pude evitar el sentirme chiquitita. ¿Y ahora, quién podrá ayudarme? Calma, calma, me dije, por alguna parte está el mapa que me enviaron al correo. En todo pensaron los señores de la PUCP…en lo que no pensaron es que Yo soy muchacha provinciana y me muero de roche si me ven consultando un mapa en un campus. Una tiene su orgullo. Pero como ya casi me daban las 7 y no quería llegar tarde, me tuve que comer el roche y sacar mi mapamundi de la PUCP. Pero llegué, sí!!! Llegué, firmé y empezó mi romance con las palabras.

Tengo una profesora que algunos llaman Miss (algo que no puedo entender en mayores de 30, pero en fín), calculo que más joven que Yo. Enseña de una forma muy práctica, se hace entender y me la paso muy bien en sus clases. Si hacemos caso a lo que dice Howard Gardner acerca de los 8 tipos de inteligencia, Yo debo tener, modestia aparte, la inteligencia lingüística porque no me es difícil entender lo que explica, puedo resolver los ejercicios un poco más rápido que otros y , lo que es mejor, no me muero de sueño en clases. De lo contrario, no tendría ningún tipo de inteligencia. Sería nula, conjunto vacío y eso es peor. Prefiero que pienses que soy una creída, ¿para qué te digo que no?
Como contaba, las clases son muy dinámicas, hay mucho por aprender. Por ejemplo: tuve la ocasión de “lavar” una “afrenta” de mi niñez. No recuerdo si tendría 8 o 9 años. Se hallaba en su apogeo la niña genio sabelotodo que habita en mí. Le había agarrado una afición a cierto libro de castellano que era de las épocas del rey Pepino, pero que tenía algunos cuentos y te explicaba bien claro, los líos que hay entre el sujeto y predicado y para hacerlo más atractivo tenía lindos dibujos. No dibujos Disney, sino lindos trazos que hacía las ilustraciones de las historias muy reales, algo que alimentaba horrores a la loca de la casa. En fin, resulta que en ese libro se decía que las mayúsculas se tildan, cosa que no recuerdo me hubieran enseñado en el colegio y con esa idea me quedé. Cierto día, nos tocó ayudar a hacer un cartel para la parroquia, algo para mi mamá (la Hija de Jesús) no sé bien. Creo que había una estación del Vía Crucis en la puerta de mi casa. ¿Qué te puedo decir? En esas vivimos desde entonces. El caso es que mientras Yo hacía mi letrero en mayúsculas y tildaba la palabra JESÚS , se acercó un vecino mayor, señor Él y me dijo: “¿Qué no sabes que las mayúsculas NO se tildan?” y sonrisa cachosa de por medio. Lo peor es que lo soltó delante de otras personas y Yo que soy de temperamento sanguíneo, me sonrojé hasta la punta del pelo, si acaso es posible. Por supuesto que le dije que sí se tildan y empezamos que no, que sí, que Yo tengo un libro, que Yo soy mayor y bueno…igual tildé el nombre de nuestro señor (que por lo demás, es mi abuelo materno. He dicho!) Pero me quedé con esa espina clavada en mi orgullo de niña de 8, casi 9. De nada valió que mi hermana me dijera; ojos en blanco, manos extendidas al cielo, con esa practicidad que la ilumina en los momentos claves: “Aaaaaayyyyy “. Buscamos el libro pero no lo encontramos y ahí quedé, triste, humillada, pero terca. Desde ahí siempre tildo las mayúsculas. Pero bueno, habría que imaginarse la cara que puse y de hecho hasta me debí tomar una foto, o mejor, filmar el momento cumbre en el cual mi profesora Miss dijo que, contraria a la creencia popular, las mayúsculas SÍ SE TILDAN. Aleluya! Hosanna! Yupi!¿Y de dónde nos viene esa dichosa creencia? Culpemos a la máquina de escribir. Sí, esa maldita que Yo nunca pude acabar de dominar. Ese aparato que se comía mis dedos y que prefería no utilizar para mis trabajos del cole, terminando con mis manos acalambradas de tanto escribir. Ese, ese. Como no tiene o tenía (porque creo que ya nadie lo usa) la dichosa teclita de la tilde diseñada para las mayúsculas, sencillamente, se las saltaba. Qué lisura!...aunque ya, visto desde mis 35 junios, no se siente tan bien el haberle ganado a un, hoy, anciano. Después de todo, creo que aprendí a valorar mi propia opinión y confiar en mis ojos y por ende, en mis conocimientos. Pero, la niña genio sabelotodo sonríe un poco en mi interior. Poquito no más, para no espantar.
Tengo un variado grupo de compañeros. Hay un profesor, unos marketeros, una ingeniera,hasta un abogado y Yo que soy contadora. Me sorprende lo del abogado pues siempre he creído que se las saben todas. Bueno, ya que meten sus narices hasta en contabilidad, presumí que al ser las palabras, supuestamente su fuerte, solamente les toca perfeccionar ciertas cosillas que nunca faltan, no? Una actualización, pensé, pero no. Y no es que tenga nada en contra de esa profesión. De hecho, mi prima comadre B es abogada y de las buenas. Siempre es un placer hablar con Ella.Pero , en mi clase, se trata de un abogado, en masculino. Y ya sabemos lo que son algunos ejemplares lenguleyos del llamado sexo fuerte (me río , ya?). Dales cuerda y te fregaste. Este señor debe tener cualquiera de las 7 inteligencias restantes, de Gardner, menos la lingüística. Súmale a eso un desarrollado afán de notoriedad.  Total que toda mi clase, Profesora Miss incluída,quiere su cabeza. Ayer le pareció gracioso que preguntara algo relativo al uso de una palabra, solamente porque se trataba de una receta de cocina. Digo, si me dicen que no debo usar una palabrita y Yo la veo por todas las recetas de Yanuq (busquen esa página, tiene recetas deli) ¿No tengo derecho a preguntar?...bien que apuntaste , canalla, cuando Profesora Miss dijo que sí, que ésa es la excepción. En fín, ya vamos 3 clases y aunque Yo estoy happy  aprendiendo todo lo que puedo igual sigo cometiendo algunos errores involuntarios y tomándome tooodas las licencias posibles para hacer que esta página no pierda su lenguaje coloquial. Aaaasú. Hasta Martha Hildebrandt , no paro.

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